10 de octubre Día de la Salud Mental
Consejos para mejorar la salud mental
El 10 de octubre se conmemora como Día Mundial de la Salud Mental.
Tanto la Sociedad Dominicana de Psiquiatría como el Colegio Dominicano
de Psicólogos, han sugerido a todos sus miembros que la fecha fuera
escogida para llamar la atención del público sobre la creciente tasa de
suicidios que se registra en nuestro país. Sin embargo, como estoy
convencido que la desastrosa salud mental de los dominicanos tiene entre
sus factores precipitantes una pésima higiene mental, aprovecho este
espacio para insistir en que un porcentaje bastante alto de la
criminalidad, feminicidios, violencia intrafamiliar (sobre todo,
marital), adicción al alcohol, al juego y a los estupefacientes, la
ociosidad como devoción y la tendencia a no cumplir compromisos, que
como epidemia azota a la sociedad, está condicionado por esa escasa
higiene mental.
Comenzaré diciendo que las emociones tóxicas y negativas están
causando estragos en la salud mental de la sociedad dominicana. Estamos
confundiendo las emociones buenas o positivas como la empatía, la
compasión, la felicidad, el amor, la ternura, la serenidad, la
tolerancia y la bondad con emociones malas y ruborizantes como la prisa,
el enojo, la ira, la intolerancia, la impaciencia, la culpabilización y
el comportamiento retorcido. Vivimos más preocupados y con un
altísimo grado de tensión emocional por adquirir las cosas que no
necesitamos hoy mismo y por conseguir fama y fortuna, que por lograr una
buena armonía interna.
El 24 de septiembre, DL tituló su editorial de aquel día “La prisa del dominicano”. En éste se destaca que el dominicano está tan seducido por la prisa que “se roba las luces de tránsito para cruzar la calle primero (.......) y en cuanto al dinero quiere gastarlo desde que cae en sus manos, y por eso tiene urgencia de obtener más a cualquier precio. Esa es la razón de por qué no puede esperar el desarrollo de un negocio”. Es decir, hemos hecho de la prisa nuestro mejor aliado para darle sentido a la vida a pesar de que vivir de prisa es la mejor receta para el desastre emocional cotidiano. Pues la prisa provoca que usted no prevenga aquellas acciones que pueden avergonzarlo frente a su familia y la comunidad, y además nos predispone a juzgar, anticipadamente, como buenos nuestros actos y como lúgubres los actos de los demás sin considerar los resultados. Nos creemos ser el cisne blanco y que el otro es el cisne negro. Como solo tenemos tiempo para encasillar al otro en la pocilga de la iniquidad, no percibimos que llevar una existencia acelerada casi siempre da lugar a lo que dijera aquel poeta: Tienen diez cabezas,/una piensa/nueve embisten.
¿Cómo no van a multiplicarse los asesinatos de mujeres a cargo de sus maridos si la tolerancia y la ternura, dos emociones imprescindibles para la interacción de amor en las parejas, fueron estranguladas y luego sustituidas por la ira y la culpabilización? La paciencia y la tolerancia consisten en aceptar al otro tal como es y en respetar sus decisiones, pero miles de maridos han entendido que esa definición está equivocada ya que la mujer que ahora es o que fue suya las únicas decisiones que puede tomar son las de permanecer junto a ellos hasta el día que ellos quieran o hasta el día que la maten. De modo, que según esa distorsionada creencia, son las mujeres las que deben tolerar sus maltratos, sus borracheras y la limitadísima existencia afectiva y social que ellos les ofrecen.
Tenemos que descontaminar nuestras mentes de la misma manera que se descontaminan los mataderos de aves y reses, las salas de hospitales y los vecindarios cercanos a los derrames de material radiactivo. Higienizar nuestras mentes significa “dedetizarlas” contra la suspicacia, el sufrimiento por sentirnos víctimas de engaños y desengaños, la ira y el deseo de tener más y más cosas que la publicidad nos hace creer que las necesitamos.
Si sentimos compasión por los demás también sintámosla por nosotros mismos porque ella nos ayuda a dar una dimensión justa al prójimo y también justa para sí mismo. Solo así disfrutaremos una buena salud mental y disminuirán las tragedias y las inconductas.
Fuente
El 24 de septiembre, DL tituló su editorial de aquel día “La prisa del dominicano”. En éste se destaca que el dominicano está tan seducido por la prisa que “se roba las luces de tránsito para cruzar la calle primero (.......) y en cuanto al dinero quiere gastarlo desde que cae en sus manos, y por eso tiene urgencia de obtener más a cualquier precio. Esa es la razón de por qué no puede esperar el desarrollo de un negocio”. Es decir, hemos hecho de la prisa nuestro mejor aliado para darle sentido a la vida a pesar de que vivir de prisa es la mejor receta para el desastre emocional cotidiano. Pues la prisa provoca que usted no prevenga aquellas acciones que pueden avergonzarlo frente a su familia y la comunidad, y además nos predispone a juzgar, anticipadamente, como buenos nuestros actos y como lúgubres los actos de los demás sin considerar los resultados. Nos creemos ser el cisne blanco y que el otro es el cisne negro. Como solo tenemos tiempo para encasillar al otro en la pocilga de la iniquidad, no percibimos que llevar una existencia acelerada casi siempre da lugar a lo que dijera aquel poeta: Tienen diez cabezas,/una piensa/nueve embisten.
¿Cómo no van a multiplicarse los asesinatos de mujeres a cargo de sus maridos si la tolerancia y la ternura, dos emociones imprescindibles para la interacción de amor en las parejas, fueron estranguladas y luego sustituidas por la ira y la culpabilización? La paciencia y la tolerancia consisten en aceptar al otro tal como es y en respetar sus decisiones, pero miles de maridos han entendido que esa definición está equivocada ya que la mujer que ahora es o que fue suya las únicas decisiones que puede tomar son las de permanecer junto a ellos hasta el día que ellos quieran o hasta el día que la maten. De modo, que según esa distorsionada creencia, son las mujeres las que deben tolerar sus maltratos, sus borracheras y la limitadísima existencia afectiva y social que ellos les ofrecen.
Tenemos que descontaminar nuestras mentes de la misma manera que se descontaminan los mataderos de aves y reses, las salas de hospitales y los vecindarios cercanos a los derrames de material radiactivo. Higienizar nuestras mentes significa “dedetizarlas” contra la suspicacia, el sufrimiento por sentirnos víctimas de engaños y desengaños, la ira y el deseo de tener más y más cosas que la publicidad nos hace creer que las necesitamos.
Si sentimos compasión por los demás también sintámosla por nosotros mismos porque ella nos ayuda a dar una dimensión justa al prójimo y también justa para sí mismo. Solo así disfrutaremos una buena salud mental y disminuirán las tragedias y las inconductas.
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